lunes, 15 de noviembre de 2010

Bula Papal Sublimis Deus

LA BULA SUBLIMIS DEUS DE PABLO III

A todos los fieles cristianos que lean estas letras, salud y bendición apostólica. El Dios sublime amó tanto la raza humana, que creó al hombre de tal manera que pudiera participar, no solamente del bien de que gozan otras criaturas, sino que lo dotó de la capacidad de alcanzar al Dios Supremo, invisible e inaccesible, y mirarlo cara a cara; y por cuanto el hombre, de acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras, fue creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, que nadie puede conseguir sino por medio de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, es necesario que posea la naturaleza y las capacidades para recibir esa fe; por lo cual, quienquiera que esté así dotado, debe ser capaz de recibir la misma fe: No es creíble que exista alguien que poseyendo el suficiente entendimiento para desear la fe, esté despojado de la más necesaria facultad de obtenerla de aquí que Jesucristo que es la Verdad misma, que no puede engañarse ni engañar, cuando envió a los predicadores de la fe a cumplir con el oficio de la predicación dijo: ''Id y enseñad a todas las gentes'', a todas dijo, sin excepción, puesto que todas son capaces de ser instruidas en la fe; lo cual viéndolo y envidiándolo el enemigo del género humano que siempre se opone a las buenas obras para que perezcan, inventó un método hasta ahora inaudito para impedir que la Palabra de Dios fuera predicada a las gentes a fin de que se salven y excitó a algunos de sus satélites, que deseando saciar su codicia, se atreven a afirmar que los Indios occidentales y meridionales y otras gentes que en estos tiempos han llegado a nuestro conocimientos -con el pretexto de que ignoran la fe católica- deben ser dirigidos a nuestra obediencia como si fueran animales y los reducen a servidumbre urgiéndolos con tantas aflicciones como las que usan con las bestias.
Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor,[asimismo declaramos que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena, no obstando nada en contrario.
Dado en Roma en el año 1537, el cuarto día de las nonas de junio (2 de junio), en el tercer año de nuestro pontificado.

Sermon de Montesinos

Primer Sermón
El domingo 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, cuando se lee el pasaje del Evangelio de San Juan, donde dice: «Yo soy una voz que clama en el desierto» (Jn 1, 23), fray Antonio Montesino subió al púlpito, como portavoz de la primera comunidad de dominicos en el Nuevo Mundo, Santo Domingo, para pronunciar el sermón preparado previamente y firmado por todos los frailes. Sermón conocido como el «Sermón de Adviento»:
Ego vox clamantis in deserto
«Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo».

Primera Comunidad de Dominicos en América[4]
El «Sermón de Adviento» fue el primer grito de justicia que se escuchó en el Nuevo Mundo, por boca de un fraile dominico. Fray Antón Montesino lanzó la primera denuncia y protesta contra los explotadores de los indígenas, sin tener en cuenta que, como recién llegados, necesitaban del apoyo y la amistad de los conquistadores y las autoridades de la Isla La Española, les enrostró su conducta anticristiana, les puso de presente la dignidad humana de los nativos y les reclamó su responsabilidad de cristianos.

Biografia de Antonio de Montesinos

Biografía
Antonio Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San Esteban de la ciudad de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado hizó su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento de Santo Tomás de Avila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo Velázquez .

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron con destino al Nuevo Mundo, luego de obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. El primer grupo de dominicos conformado por fray Antonio de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor, arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, Isla La Española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes.

Riguroso religioso observante de gran virtud y de sólida y sobresaliente energía, se preocupó en defender con gran valor a los indios. Predicó por encargo de su comunidad religiosa los famosos sermones del 21 y 28 de diciembre de 1511. Regresó a España en 1512 para informar al rey sobre la doctrina que defendían los dominicos en la Isla La Española. Trabajó como misionero en la Isla La Española y en la Isla de San Juan (Puerto Rico), donde se quedó gravemente enfermo en la primera expedición de los dominicos a Tierra Firme (Venezuela) en 1514, para regresar después a la ciudad de Santo Domingo, luego de haber fundado un convento en 1515. Viajó de nuevo a España por septiembre de 1515, en negocios de su comunidad. En 1521 fundó un convento en la ciudad de San Juan Bautista de la Isleta, junto a otros cuatro religiosos de su Orden, base de la primera universidad en Puerto Rico fundada en 1532. Fue el predicador en el entierro de su compañero de lucha, fray Pedro de Córdoba, el domingo 5 de mayo de 1521, fiesta de Santa Catalina de Siena, para su predicación escogió el Salmo 133 (132): «Qué bueno y agradable, cuando viven juntos los hermanos».

Finalmente, le encontró la muerte en Venezuela el 27 de junio de 1540. No se sabe con exactitud cómo murió, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, esta escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado por mártir Biografía
Antonio Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San Esteban de la ciudad de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado hizó su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento de Santo Tomás de Avila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo Velázquez .

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron con destino al Nuevo Mundo, luego de obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. El primer grupo de dominicos conformado por fray Antonio de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor, arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, Isla La Española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes.

Riguroso religioso observante de gran virtud y de sólida y sobresaliente energía, se preocupó en defender con gran valor a los indios. Predicó por encargo de su comunidad religiosa los famosos sermones del 21 y 28 de diciembre de 1511. Regresó a España en 1512 para informar al rey sobre la doctrina que defendían los dominicos en la Isla La Española. Trabajó como misionero en la Isla La Española y en la Isla de San Juan (Puerto Rico), donde se quedó gravemente enfermo en la primera expedición de los dominicos a Tierra Firme (Venezuela) en 1514, para regresar después a la ciudad de Santo Domingo, luego de haber fundado un convento en 1515. Viajó de nuevo a España por septiembre de 1515, en negocios de su comunidad. En 1521 fundó un convento en la ciudad de San Juan Bautista de la Isleta, junto a otros cuatro religiosos de su Orden, base de la primera universidad en Puerto Rico fundada en 1532. Fue el predicador en el entierro de su compañero de lucha, fray Pedro de Córdoba, el domingo 5 de mayo de 1521, fiesta de Santa Catalina de Siena, para su predicación escogió el Salmo 133 (132): «Qué bueno y agradable, cuando viven juntos los hermanos».

Finalmente, le encontró la muerte en Venezuela el 27 de junio de 1540. No se sabe con exactitud cómo murió, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, esta escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado por mártir[2] .

Para perpetuar su memoria y su lucha por la justicia en favor de los indígenas del Nuevo Mundo, fue colocado una gran estatua suya en actitud de grito, en el paseo marítimo (Malecón) de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana), frente al mar Caribe. La estatua de piedra y bronce, de 15 metros de altura, diseñada por el escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, fue donado al pueblo dominicano por el gobierno mexicano e inaugurado en 1982 por los presidentes de México y la República Dominicana.

[editar] Defensa del indio
Al poco tiempo que arribaron al Nuevo Mundo, los frailes dominicos pronto tomaron conciencia de la situación de los indios tainos, por el trato inhumano que recibían de parte de los colonizadores y encomenderos, después de deliberar en comunidad tomaron conjuntamente la decisión de denunciar públicamente. Nombraron como su portavoz a fray Antonio Montesino para pronunciar el sermón del 21 de diciembre de 1511, en contra de la encomienda y la esclavitud de los nativos. Montesino proclamó a los conquistadores «que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes»[3] . El sermón causó el desasosiego de los conquistadores y autoridades que estaban presentes, entre ellos el gobernador Almirante Diego Colón, y la reacción en contra de los frailes, a quienes quisieron reprenderlos y exigirles a desdecirse públicamente de sus afirmaciones. Sin embargo, en el sermón del siguiente domingo fray Antonio Montesino ahondo aún más su predica anterior, como habían acordado en comunidad.

Las protestas de las autoridades de la Isla La Española llegaron a la Corte a través de una delegación acompañado por el vicario de los franciscanos. El rey Fernando el Católico al enterarse de lo sucedido se quejó al provincial de los dominicos en España y pidió sanciones para los dominicos de la Isla; y además mandó amenazar con regresarlos. Mientras tanto en la Isla los españoles les negaron el sustento y les amenazaron con embarcarlos a España.

El provincial fray Alonso de Loaysa también les amonestó, a través de tres cartas, les conmina a modificar su forma de predicación y les amenaza con no dejar pasar más frailes a la Isla. Los frailes dominicos, a pesar de las presiones y amenazas, no se amedrentan ni cambian de parecer, ya que su doctrina es fruto del estudio de la verdad, unieron el Evangelio al derecho de gentes. Luego de deliberar toman la decisión de envíar al mismo fray Antón Montesino, con este propósito pidieron limosna para los gastos de viaje, algunos les negaron, pero, no faltaron personas caritativas que conociendo sus virtudes les ayudaran.

Llegado a España se presentó a su provincial para informarle de la situación real en la Isla, para luego intentar entrevistarse con el monarca, tarea nada fácil, por los intereses creados en la misma Corte no le querían permitir, ya que habían tomado la decisión de retornarlos a todos los frailes dominicos, al que se opuso el rey; al final, aprovechando un descuido del portero, pudo lograr entrar a la cámara del rey para explicarle la situación real de los indígenas y los fundamentos por los cuales habían predicado de esa manera.

Como fruto de la información de fray Antonio Montesino, el rey «ordena a su Consejo examinar detenidamente las cosas de Indias» y convoca a una junta de teólogos y juristas. Producto del estudio de esta junta se promulgó las llamadas Leyes de Burgos en 1512, el primer código de las ordenanzas para intentar de proteger a los pueblos indígenas, regular su tratamiento y conversión, y limitar las demandas de los colonizadores españoles sobre ellos; sin embargo, en la práctica no fueron acatadas por los encomenderos y las autoridades. Fueron modificadas en las Leyes de Valladolid en 1513, en éstas se reiteraban órdenes reales emitidas previamente requiriendo el buen trato de los taínos y se disponían, además, nuevas maneras de proteger a los naturales de las Indias Occidentales.

Para perpetuar su memoria y su lucha por la justicia en favor de los indígenas del Nuevo Mundo, fue colocado una gran estatua suya en actitud de grito, en el paseo marítimo (Malecón) de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana), frente al mar Caribe. La estatua de piedra y bronce, de 15 metros de altura, diseñada por el escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, fue donado al pueblo dominicano por el gobierno mexicano e inaugurado en 1982 por los presidentes de México y la República Dominicana.
Defensa del indio
Al poco tiempo que arribaron al Nuevo Mundo, los frailes dominicos pronto tomaron conciencia de la situación de los indios tainos, por el trato inhumano que recibían de parte de los colonizadores y encomenderos, después de deliberar en comunidad tomaron conjuntamente la decisión de denunciar públicamente. Nombraron como su portavoz a fray Antonio Montesino para pronunciar el sermón del 21 de diciembre de 1511, en contra de la encomienda y la esclavitud de los nativos. Montesino proclamó a los conquistadores «que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes». El sermón causó el desasosiego de los conquistadores y autoridades que estaban presentes, entre ellos el gobernador Almirante Diego Colón, y la reacción en contra de los frailes, a quienes quisieron reprenderlos y exigirles a desdecirse públicamente de sus afirmaciones. Sin embargo, en el sermón del siguiente domingo fray Antonio Montesino ahondo aún más su prédica anterior, como habían acordado en comunidad.

Las protestas de las autoridades de la Isla La Española llegaron a la Corte a través de una delegación acompañado por el vicario de los franciscanos. El rey Fernando el Católico al enterarse de lo sucedido se quejó al provincial de los dominicos en España y pidió sanciones para los dominicos de la Isla; y además mandó amenazar con regresarlos. Mientras tanto en la Isla los españoles les negaron el sustento y les amenazaron con embarcarlos a España.

El provincial fray Alonso de Loaysa también les amonestó, a través de tres cartas, les conmina a modificar su forma de predicación y les amenaza con no dejar pasar más frailes a la Isla. Los frailes dominicos, a pesar de las presiones y amenazas, no se amedrentan ni cambian de parecer, ya que su doctrina es fruto del estudio de la verdad, unieron el Evangelio al derecho de gentes. Luego de deliberar toman la decisión de envíar al mismo fray Antón Montesino, con este propósito pidieron limosna para los gastos de viaje, algunos les negaron, pero, no faltaron personas caritativas que conociendo sus virtudes les ayudaran.

Llegado a España se presentó a su provincial para informarle de la situación real en la Isla, para luego intentar entrevistarse con el monarca, tarea nada fácil, por los intereses creados en la misma Corte no le querían permitir, ya que habían tomado la decisión de retornarlos a todos los frailes dominicos, al que se opuso el rey; al final, aprovechando un descuido del portero, pudo lograr entrar a la cámara del rey para explicarle la situación real de los indígenas y los fundamentos por los cuales habían predicado de esa manera.

Como fruto de la información de fray Antonio Montesino, el rey «ordena a su Consejo examinar detenidamente las cosas de Indias» y convoca a una junta de teólogos y juristas. Producto del estudio de esta junta se promulgó las llamadas Leyes de Burgos en 1512, el primer código de las ordenanzas para intentar de proteger a los pueblos indígenas, regular su tratamiento y conversión, y limitar las demandas de los colonizadores españoles sobre ellos; sin embargo, en la práctica no fueron acatadas por los encomenderos y las autoridades. Fueron modificadas en las Leyes de Valladolid en 1513, en éstas se reiteraban órdenes reales emitidas previamente requiriendo el buen trato de los taínos y se disponían, además, nuevas maneras de proteger a los naturales de las Indias Occidentales.

Biografia de Francisco de Vitoria

Biografía
Ingresó en la orden de los dominicos en 1504, que ejerció gran influencia en su época y en años posteriores. Recibió desde niño una buena formación humanística.

La dignidad y los problemas morales de la condición humana fue el eje en torno al que se desarrolló su obra. Fue especialmente influyente por sus aportaciones jurídicas, aunque también tuvieron gran repercusión sus estudios sobre teología y sobre aspectos morales de la economía. No escribió personalmente todas sus obras, sino que nos han llegado recogidas por sus alumnos o por secretarios a partir de sus lecciones y relecciones (repeticiones que resumían al final del curso las lecciones del año). Sus enseñanzas y métodos pedagógicos dieron su fruto en forma de numerosos teólogos, juristas y universitarios a los que bien enseñó directamente o bien se vieron influidos por sus teorías (Melchor Cano, Domingo Báñez, Domingo de Soto, Francisco Suárez, etc), formando la llamada Escuela de Salamanca.

Fue enviado a París, donde estudió artes y teología. Regresó a España en 1523 como profesor de teología en el colegio de San Gregorio de Valladolid, hasta que en 1526 obtuvo la cátedra de teología de Salamanca. Introdujo la Summa Theologiae de Tomás de Aquino como el libro de texto básico en teología. Puesto que en aquel entonces Salamanca era una de las universidades más prestigiosas de España y Europa, el tomismo fue pronto adoptado por otras.

Biografia de Bartolome de las Casas

Biografía

Nacimiento y primeros años

De acuerdo a Antonio de Remesal, quien fue su primer biógrafo, Las Casas nació en Sevilla en 1474, pero las investigaciones de Helen Rand Parish y Harold E. Weidman de 1976, determinaron que la fecha más probable del nacimiento del fraile fue el 11 de noviembre de 1484 en Triana.[2] Sin embargo, existe la fundamentada tesis de que realmente era catalán ya que firmaba como "Bartomeu Casaus". Siendo niño conoció a los Reyes Católicos, y a Cristóbal Colón, pues su padre Pedro de las Casas, participó en los viajes del almirante. En 1499 tuvo la oportunidad de conocer a un indio, el cual fue traído por Colón y regalado a su padre como esclavo.[3] Las Casas estudió latín en Salamanca o Sevilla.[4]

Primer viaje a las Indias

Cacicazgo de Higüey.

El 15 de abril de 1502, siguiendo los pasos de su padre que había participado en el segundo viaje de Colón, llega a La Española.[4] Durante 1503 se dedicó a extraer oro, participando en la campaña de conquista del gobernador Nicolás de Ovando, y bajo las órdenes del capitán Diego Velázquez de Cuéllar en el Cacicazgo de Higüey, por tal motivo recibió una encomienda en la Villa de la Concepción de la Vega, la cual administró hasta 1506.[5] Conoció en el primer viaje a Cristhian Falcon quien con él se unieron a la lucha cual administró hasta morir en 1599 falleció en la presa de los indios .

Viaje a Roma y regreso a La Española

En 1506, viajó de regreso a Sevilla, en donde recibió órdenes sagradas menores al sacerdocio.[4] En 1507 viajó a Roma y se ordenó como presbítero. Regresó a La Española en 1508 y durante 1511 escuchó los comentarios del Sermón de adviento de fray Antonio de Montesinos, el cual censuraba la conducta de los colonos al respecto del maltrato de los indios: "Yo soy la voz que clama en el desierto...". Se le negó la absolución debido a que en esa época, aún mantenía su repartimiento.[6]

Viaje a Cuba y renuncia a sus encomiendas

A solicitud de Diego Velázquez, en la primavera de 1512 se trasladó a Cuba como capellán del conquistador Pánfilo de Narváez. En 1513, después de la matanza de Caonao, Narváez le cuestionó: "¿Qué parece a vuestra merced destos nuestros españoles qué han hecho?", formulando la pregunta como si el capitán no tuviese que ver con esas acciones. Las Casas le respondió: "Que os ofrezco a vos y a ellos al diablo". Por haber participado en las campañas, recibió un repartimiento junto con Pedro de Rentería, en Jagua, cuyos indios trabajaban en la minería.

Como recompensa por sus acciones durante la conquista de Cuba, en 1514 recibió un nuevo repartimiento de indios en Canarreo, junto al río Arimao (cerca de Cienfuegos). Pero Las Casas tomó conciencia paulatinamente de lo injusto que era el sistema y se convenció de que debía «procurar el remedio de esta gente divinamente ordenado». El 15 de agosto de 1514, día de la Asunción, a la edad de treinta años, pronunció un sermón en Sancti Spíritus durante el cual renunció a sus repartimientos públicamente.

Procurador y protector universal de los indios, viaje a Santo Domingo

En 1515 se trasladó a Santo Domingo, donde se vinculó con los frailes dominicos. Fray Pedro de Córdoba lo envió a España en compañía de Antonio de Montesinos para abogar por los indios; los frailes llegaron a Sevilla el 6 de octubre, en diciembre del mismo año, lograron entrevistarse con el rey Fernando el Católico, con el secretario Lope de Conchillos y con el obispo de Burgos Juan Rodríguez de Fonseca, pero los resultados fueron adversos a sus peticiones.

Debido al fracaso, y tras la muerte del rey Fernando el Católico a principios de 1516, Montesinos y Las Casas viajaron a Madrid para realizar nuevas peticiones al cardenal Francisco Jiménez de Cisneros quien ejercía la regencia de la corona de Castilla; en abril, Cisneros determinó enviar a tres frailes jerónimos para ejercer la gobernación de La Española. Las Casas fue comisionado consejero de los frailes y se le nombró procurador y protector universal de todos los indios. Cargo similar al de Ombudsman de Suecia que fue instituido a principios del siglo XIX.

Entrevista con Carlos I de España

En 1517, las Casas se sintió insatisfecho por la actuación de los frailes jerónimos, pues la opresión, y esclavitud de los indígenas persistió en La Española. En el mes de junio, decidió regresar a España para dar cauce a sus quejas, sin embargo el cardenal Cisneros murió en el mes de noviembre. El fraile se entrevistó con el cardenal Adriano de Utrecht, quien le recomendó esperar una entrevista con el rey Carlos I.

En 1518 Las Casas planeó un proyecto para colonizar tierras de indios con labradores reclutados en España. En 1519 Las Casas impugnó las acciones del fraile franciscano Juan de Quevedo, quien había sido nombrado obispo de Santa María la Antigua del Darién pronunciándose a favor de la esclavitud de los indígenas.

Al igual que Pedro Mártir de Anglería, en abril de 1520 Las Casas conoció a los indígenas totonacas que fueron llevados ante la presencia del nuevo monarca por Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo, ambos emisarios de Hernán Cortés; un par de meses más tarde en Santiago de Compostela el Consejo de Castilla autorizó a Las Casas llevar a cabo el proyecto para crear una colonia pacífica en el territorio de Cumaná, para que él aplicase sus teorías, las cuales consistían en poblar la tierra firme, sin derramar sangre y anunciar el evangelio, sin estrépito de armas.[11]

Volvió a las Indias en 1520, intentando poner en marcha su encomienda, siempre en contra de la esclavitud de los indios, el proyecto fracasó porque en su ausencia los indios se rebelaron. Desengañado, entró en la Orden de Santo Domingo, quienes por entonces estaban elaborando una reflexión sobre el derecho en la Escuela de Salamanca, criticando muchos aspectos de la colonización de América y entre ellos el sistema de encomiendas. A partir de 1521 se retiró para dedicarse al estudio de la teología, la filosofía y el derecho canónico y medieval, y comenzó a escribir su Historia de las Indias.

En 1535 regresa a América donde intenta de nuevo un programa de colonización pacífica en Guatemala, donde obtiene un relativo éxito; vuelve de nuevo a España en 1540 y en Valladolid, visita de nuevo al rey Carlos I. Éste, prestando oídos a las demandas de Las Casas y a las nuevas ideas del derecho de gentes difundidas por Francisco de Vitoria, convocó al Consejo de Indias, en las que se conocen como Juntas de Valladolid o Comisión de Valladolid.

Como consecuencia de lo que se discutió, se promulgaron el 20 de noviembre de 1542 las Leyes Nuevas. En ellas se prohibía la esclavitud de los indios y se ordenaba que todos quedaran libres de los encomenderos y fueran puestos bajo la protección directa de la Corona. Se disponía además que, en lo concerniente a la penetración en tierras hasta entonces no exploradas, debían participar siempre dos religiosos, que vigilarían que los contactos con los indios se llevaran a cabo en forma pacífica dando lugar al diálogo que propiciara su conversión. A finales de ese mismo año terminó de redactar en Valencia su obra más conocida, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, dirigida al príncipe Felipe (futuro Felipe II), entonces encargado de los asuntos de Indias.

Se le ofreció el obispado de Cuzco, importantísimo en aquel momento, pero Las Casas no aceptó, aunque si aceptó el obispado de Chiapas en 1543, con el encargo de poner en práctica sus teorías. Residió allí durante dos años para regresar definitivamente a España en 1547. Durante su obispado en Chiapas residió en la Ciudad Real de Chiapas, hoy llamada San Cristóbal de las Casas en su honor.

Renunció a su obispado y continuó con su labor de defensa de los indios hasta su muerte, lo que le valió ser conocido como el Apóstol de los Indios. En Valladolid, entre 1550 y 1551, mantuvo una polémica con Juan Ginés de Sepúlveda («La controversia de Valladolid») sobre la legitimidad de la conquista, se discute quien ganó esta controversia, ya que ambos se consideraron ganadores. Bartolomé de Las Casas murió en Madrid en 1566.

Biografia de Pedro de Cordoba

Pedro de Córdoba nació en Córdoba, Andalucía (España) entre mayo y septiembre de 1482. Realizó los estudios de Leyes en la Universidad de Salamanca, allí entró en contacto con los dominicos del Convento de San Esteban, atraído por la personalidad y forma de vida de estos religiosos decidió hacerse fraile dominico. Hacia el año 1501 tomó el hábito de la Orden Dominica e inició su año de noviciado. Al concluir esta etapa hizo su profesión religiosa y continuó con sus estudios de artes, filosofía y teología hasta 1508. En 1506 fue ordenado diácono y en 1508 recibió el Orden sacerdotal. Permaneció en el Convento de San Esteban hasta 1509 para luego ser asignado al Real Convento de Santo Tomás de Avila, donde se ocupó en el ministerio de la predicación.
En 1510 llegó a Santo Domingo en la isla de La Española, entonces sede de la Audiencia de los territorios españoles en el Nuevo Mundo, junto con otros tres frailes dominicos, fray Antonio de Montesinos, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor, y constituyó la primera comunidad y convento de esa orden en América, base de la futura provincia dominica de Santa Cruz de Indias.
En el transcurso del viaje a Santo Domingo la nave Espíndola, donde viajaban los religiosos, realizó una parada en Puerto Rico. Pronto llegarían a esa tierra, en diciembre de 1510 otra expedición de dominicos y un año después otra tercera. En esa parada tuvieron que dejar a fray Antonio Montesino en la isla, en Cáparra, al estar gravemente enfermo. Probablemente, según creen historiadores como Antonio Cuesta Mendoza, fue en esa ocasión cuando Montesinos tuvo la ocurrencia de fundar un convento de su orden en la isla. En 1521, cuando se traslada Caparra a la isla de San Juan, una de la principales obras es la construcción de un convento dominico en la parte septentrional de la isleta, para lo que trae seis frailes. Ya en 1514 estuvieron de visita en Puerto Rico fray Antonio Montesino, fray Pedro de Córdoba y fray Juan Garcés.
Fray Pedro de Córdoba, junto con sus compañeros, se dedicó a la evangelización y educación de los indígenas llegando a publicar un catecismo dedicado a la enseñanza de la doctrina de Cristo a los indios. El catecismo, publicado en 1544 en México por el obispo de Nueva España fray Juan de Zumárraga, se titulaba Doctrina cristiana para instrucción e información de los Indios por manera de historia.
Al año siguiente de su llegada a La Española, permitió la denuncia que fray Antonio de Montesinos realizó en el sermón del 21 de diciembre de 1511 contra los abusos que se estaban cometiendo en el sistema de encomiendas que llegaban a esclavizar a los encomendados, saltándose las obligaciones que dicho sistema les imponía a los colonizadores. La denuncia caló y molesto a la excipiente y poderosa sociedad colonial, que basaba sus riquezas en la explotación esclavista de los indígenas. Fue tal el mal estar que Pedro de Córdoba se vio obligado a volver a metrópolis a responder a las acusaciones, que desde La Española le llegaron al rey. Sus razones sirvieron para que las Leyes de Burgos fueran suavizadas.
Realizó la labor misionera en los territorios de La Española y Venezuela e intentó, junto con Montesinos, realizar una evangelización pacífica.
La defensa de los indios, que realizó junto con fray Bartolomé de Las Casas, junto con el proceder diario le proporcionó una gran reputación de sacerdote modelo. Fue altamente respetado por el clero, los laicos y los indios.
Murió en Santo Domingo el 4 de mayo del año 1521.

martes, 27 de julio de 2010

La primera comunidad de Frailes Dominicos en América

Los frailes de la primera comunidad
“No hay nada que dé tanta libertad de palabra, nada que tanto ánimo infunda en los peligros, nada que haga a los hombres tan fuertes como el no poseer nada, el no llevar nada pegado a sí mismo. De suerte que quien quiera tener gran fuerza, abrace la pobreza, desprecie la vida presente, piense que la muerte no es nada. Ese podrá hacer más bien a la Iglesia que todos los opulentos y poderosos; más que los mismos que imperan sobre todo”.

San Juan Crisóstomo. Homilía II sobre Priscila y Aquila.

No sabemos si Bartolomé de Las Casas tenía conocimiento de esa homilía de San Juan Crisóstomo, pero poco impor ta, porque las citadas consideraciones forman par te de la experiencia común y de la sabiduría evangélica. Lo cier to es que, tras haber referido el sermón de Montesinos, Bar tolomé de Las Casas escribió en su Historia de las Indias: “Con su compañero se va a su casa pajiza, donde, por ventura, no tenían qué comer, sino caldo de berzas sin aceite, como algunas veces les acaecía”.

En efecto, “por ventura”, pues el sermón de los dominicos, como bien puede imaginarse, había causado un grandísimo revuelo e inmediatamente se organizó la protesta para ejercer presión sobre ellos a través de la máxima autoridad de la isla. Cuando el gobernador Diego Colón visitó la choza de los frailes para amenazarles con que, en caso de no desdecirse del sermón, debían ir recogiendo sus cosas para embarcar hacia España, Pedro de Córdoba pudo replicarle: “Por cierto, señor, en eso no tendremos mucho trabajo”.

Así era, pues el haber de aquellos frailes se reducía a un puñado de cosas. Por casa tenían una choza que les había prestado un tal Pedro Lumbreras y que se encontraba al fondo de su corral. Su dieta habitual consistía en cazabí(un pan de raíces con muy poca sustancia), cocido de berzas (muchas veces sin aceite, solamente con ají, la pimienta de los indios), algunos huevos y, de cuando en cuando, un pescadito si aparecía. Sus camas eran unos cadalechos construidos con varas puestas sobre horquetas y cubier tos con colchones de paja seca. Sus vestidos estaban hechos de tela tosca y áspera, y sus túnicas de lana mal cardada. A ello había que añadir los utensilios para decir la misa y “algunos librillos que pudieran quizá caber todos en dos arcas”, como diría más tarde Bar tolomé de Las Casas. Organizar el retorno a España en semejantes condiciones no habría exigido, en efecto, ningún trabajo.

¿Quiénes eran aquellos frailes? El Maestro de la Orden, fr. Tomás de Vio Cayetano, había pedido al Provincial de España que consiguiera de la corona de Castilla el permiso requerido para enviar quince misioneros al nuevo mundo. En septiembre de 1510, como hemos dicho, llegaron los cuatro primeros: fr. Pedro de Córdoba, como Vicario; fr. Antonio de Montesinos, ya famoso predicador en Castilla; fr. Bernardo de Santo Domingo, el más letrado de ellos; y fr. Domingo de Villamayor, un hermano cooperador, que poco después tuvo que regresar a España. Sucesivamente fueron llegando otros frailes hasta completar el número estipulado.

Interesa saber, más que sus nombres, cómo entendían la misión de la Orden y con qué criterios la pusieron en práctica en una situación novedosa, complicada y conflictiva. Nos fijamos en dos aspectos: el ambiente en el que se formaron y el talante religioso con que emprendieron su proyecto de evangelización.

Podemos caer rápidamente en la cuenta del tipo de formación recibida por aquellos frailes si nos percatamos de que eran herederos del talante espiritual de fr. Juan Hur tado de Mendoza. Durante los siglos XIV y XV, en par te como consecuencia de la peste negra, la vida religiosa se había visto reducida a un estado de relajamiento y postración - la denominada “claustra” - en el que prácticamente llegó a perder su razón de ser. A fin de devolver a la vida religiosa su frescura y sentido originales, la Provincia dominicana de España había erigido la Congregación de la Observancia, constituida por conventos en los que las observancias regulares y la finalidad de la Orden eran vividas en su integridad y pureza.

El propulsor y el alma de dicha reforma fue, en efecto, Fr. Juan Hurtado de Mendoza, alma luminosa y ardiente que encarnaba el espíritu de Santo Domingo. Durante mucho tiempo se dedicó a la enseñanza como Maestro en Teología, dedicando plenamente los últimos años de su vida al apostolado popular. En su vida se daban cita esos dos elementos esenciales en la misión de la Orden que son el estudio y la predicación. Entre las observancias regulares insistió en la pobreza, que consideraba como uno de los signos más auténticos de la consagración religiosa, y en la obediencia como garantía y expresión de fidelidad al espíritu comunitario de la Orden.
Fr. Juan creó escuela y dejó una espléndida descendencia, pues sus discípulos mantuvieron con la mayor veneración lo aprendido de su maestro: rigor en la pobreza, asiduidad en la oración, constancia en el estudio y celo en la predicación. Entre tales sucesores se encontraban los frailes que predicaron el sermón de adviento por boca de Montesinos.

Tal fue la formación generadora del talante religioso que latía en su proyecto de evangelización. Las palabras con que fr. Domingo de San Pedro, maestro de novicios del convento de San Esteban de Salamanca, despediría más tarde a los cuarenta misioneros que acompañaron a fr. Bar tolomé de Las Casas a la toma de posesión del obispado de Chiapas en 1544, reflejan muy bien el coraje evangélico con que la Orden se hizo presente en las tierras americanas. Les decía:

“Estoy cierto, hijos míos, que no os veré más, en primer lugar porque mis largos años me tienen muy cercano a la muerte y, en segundo lugar, porque, aunque viva muchos, no os tengo por tan cobardes que, saliendo a guerrear, donde se vence con perseverancia, os volváis otra vez a casa de vuestra madre.

Se me rasgan las entrañas de dolor al veros ir pues os he criado a todos desde muy tierna edad y de vuestra profesión y virtud, prudencia y letras comenzaba a coger los frutos de mi trabajo. Pero con veros partir tan determinados para cumplir el ministerio que profesasteis en la Orden de nuestro Padre Santo Domingo, que es la dilatación del Evangelio, bien y salud de las almas, la mía se llena de regocijo y de alegría (…) Como valientes habéis comenzado, como fuertes perseverad, pues el asunto a que vais es de Dios y Él os asistirá siempre con su gracia. Muchos son los peligros, pero mayor será su favor para salir bien de ellos. Acordaos de nuestro glorioso Padre Santo Domingo (…)

No sé que haya herejes ni enemigos de la fe de Jesucristo, nuestro Señor, en la tierra a donde vais. Pero, por informaciones fidedignas, estoy cierto que en ella hay muchos que abundan en agravios. Vosotros vais a contradecirlos y a oponeros a sus obras (…) y a liberar a los naturales, que injustamente tienen por esclavos (…) No salís de una plaza donde no hay que pelear, que muy ejercitados os he visto en obras de mortificación y penitencia hasta el punto de haber tenido que pediros moderación para que no os acabaseis. No las olvidéis, os ruego (…) Principalmente la santa pobreza. Mirad que vais a tierra tentadora donde el oro y la plata truecan el sentido y emborrachan el alma, sacando a un hombre de sí para hacerle olvidar las obligaciones de su estado. Cuando recibisteis este santo hábito, dejasteis lo propio. No apetezcáis ahora lo ajeno. Y quien dio tan libremente a Dios lo que tenía, no reciba de los hombres lo que le ha de hacer perder su depósito guardado en parte donde no lo roban ladrones, ni el orín lo come ni deshace.

Oigamos siempre en esta santa casa buenas nuevas de vosotros. Y os pido de parte de todos los frailes de esta santa casa que nos comuniquéis a menudo las adversidades para remediar con las oraciones de vuestros hermanos, así como todos vuestros sucesos para alegrarnos”.

De ese talante estaban hechos los frailes que, dejándose alcanzar por el sufrimiento de los indios, tuvieron la entereza de ponerle voz y de no dejarse amilanar por los intereses de los encomenderos que pretendían chantajear por boca del gobernador.


PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

1. ¿Cuáles son los peligros contra los que el maestro de novicios aler ta a los enviados? ¿Qué motiva su confianza en ellos? ¿Qué otras cosas nos llaman la atención sus palabras de despedida?

2. ¿Cuáles son los elementos esenciales del carisma de la Orden que encontramos en la formación y vida de los frailes de la primera comunidad dominicana en América?

3. En la Constitución pastoral Gaudium et spes del Concilio Vaticano II la Iglesia dice que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. ¿Qué aspectos de nuestra tradición dominicana nos facultan para realizar ese sentido eclesial?

4. La propagación del evangelio pasa por el conflicto con quienes agravian a las personas con sus injusticias y por la liberación de éstas. ¿Cultivamos esa sensibilidad en nuestros ámbitos de formación, tanto la institucional como la permanente?

El Sermòn de Montesinos


La denuncia:el sermón de Montesinos

“¿Éstos no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿Acaso no estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?”.

Sermón de fr. Antonio de Montesinos



Fue en septiembre de 1510 cuando los primeros dominicos llegaron a la Hispaniola, nombre dado por los españoles a la isla del mar Caribe actualmente ocupada por la República Dominicana y por Haití.

Su objetivo consistía en la atención religiosa a los españoles y, fundamentalmente, en la evangelización de los indígenas. En consecuencia, nada más llegar entraron en contacto directo con los nativos, especialmente con los “naborías”, como se llamaba a los que servían en las casas de los españoles. Muy pronto pudieron darse cuenta de los malos tratos y abusos que se cometían contra los habitantes de la isla.

Juan Garcés, un español perseguido por la justicia por haber asesinado a su esposa indígena, solicitó asilo en el convento de los dominicos y terminó pidiendo el hábito de hermano. Él, que tan bien conocía tales injusticias por experiencia personal, informó a los frailes sobre las mismas con todo detalle y precisión.

Ante el evidente sometimiento y la opresión de los indios, la comunidad de dominicos dedicó muchas horas de reunión para estudiar a fondo el problema, hasta que decidieron denunciarlo públicamente. No podían callar, pues “a ello se sentían obligados por la profesión que habían hecho”.

Prepararon la denuncia en forma de un sermón al que dedicaron largas deliberaciones con la par ticipación de todos los miembros de la comunidad. Una vez redactado el texto y habiendo sido firmado por cada uno de ellos, fr. Pedro de Córdoba, que era el Vicario, encargó a fr. Antonio de Montesinos que lo predicase en la misa mayor del cuar to domingo de adviento. Así sucedió: era el 21 de diciembre de 1511 y había transcurrido poco más de un año de la llegada de los frailes a la isla.

A pesar de tratarse, como decimos, de un sermón escrito, no se dispone del texto original, sino únicamente del extracto que, tiempo después, fr. Bar tolomé de Las Casas incorporaría a su obra sobre la Historia de las Indias (libro III, capítulo 4), donde puede leerse:

Llegado el domingo y la hora de predicar, fr. Antonio de Montesinos subió al púlpito y tomó como lema del sermón, que llevaba escrito y firmado por los demás, “Ego sum vox clamantis in deserto”.

Yo soy la voz de Cristo que clama en el desierto de esta isla y, por lo tanto, conviene que la oigáis con toda atención (…) Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad con que tratáis a estas inocentes gentes.

Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los adoctrine y conozcan a su Dios y Creador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y los domingos?

¿Estos nos son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No estáis obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis?
¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto que, en este estado en que estáis, no os podréis salvar más que los moros y turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.

Los puntos clave de la denuncia llevaba a cabo por Montesinos en nombre de todos sus hermanos de comunidad deben entenderse sobre el trasfondo de la práctica judicial y pueden ser estructurados del siguiente modo:

1. La opresión a que estaban sometidos los indios era tan grave que podía compararse con el cumplimiento de una sentencia condenatoria a causa de algún crimen cometido. Ello supondría la existencia de un derecho
vigente, de una autoridad que juzgara y fijara la sentencia, así como de una “justicia” que la ejecutase. Por eso los frailes preguntaban: ¿con qué derecho, con qué autoridad y con qué justicia sucede todo esto?

2. La raíz principal del abuso cometido contra los indios y, por lo tanto, la razón fundamental de la denuncia consistió en la falta de reconocimiento de la dignidad humana de los mismos. De ahí la interpelación: ¿acaso éstos no son personas?, ¿acaso no tienen almas racionales? Los otros argumentos, como la necesidad de que los indios sean evangelizados y bautizados, presuponen el anterior.

3. Los españoles, obcecados por el afán del oro, se olvidan de que su condición de cristianos les compromete a amar a los indios como sí mismos y a anunciarles la Buena Nueva para conozcan, amen y den culto al Dios de Jesucristo.

4. Era, por tanto, la comunidad de frailes quien, en nombre de la dignidad humana y de las obligaciones cristianas, puede y debe dar la siguiente sentencia en contra de los colonizadores:

- Todos vosotross estáis en pecado mor tal; en él vivís y en él morís.

- En ese estado en que os encontráis no podréis salvaros, pues vuestro compor tamiento equivale a carecer de la fe en Jesucristo y a no quererla.

- Si seguís maltratando a los indios, dad por seguro que los pecados que confeséis no recibirán nuestra absolución.


PARA LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO

1. Escribía Juan Pablo II en su encíclica Redemptor hominis que “el profundo estupor ante la dignidad de la persona humana se llama evangelio. Se llama también cristianismo”. ¿Nuestra condición de cristianos nos sensibiliza para el reconocimiento de la dignidad de toda persona humana y para el compromiso con los derechos que de ella se siguen?

2. En su Discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas con ocasión de la celebración del 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Benedicto XVI presentaba tales derechos como “el lenguaje común y el sustrato ético” necesario para nuestros días. ¿Conocemos tal Declaración y nos afanamos por su difusión y puesta en práctica?

3. En otro Discurso, esta vez a los miembros de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales (4 de mayo de 2009), el Papa enfatizaba la impor tancia de los derechos sociales al llamar la atención sobre “uno de los más críticos problemas sociales de las décadas recientes, como es la conciencia creciente -que ha surgido en parte con la globalización y la presente crisis económica- de un flagrante contraste entre la atribución equitativa de los derechos y el acceso desigual a los medios para lograr esos derechos. Para los cristianos que con regularidad pedimos a Dios que «nos de el pan de cada día», es una tragedia vergonzosa que una quinta parte de la humanidad pase hambre”. ¿Reconocemos a los derechos sociales, junto con los civiles y los políticos, toda la impor tancia que tienen de cara a un efectivo respeto de la dignidad humana?

4. ¿Qué personas de nuestro entorno padecen menosprecio de su dignidad y vulneración de sus derechos humanos? ¿Cuáles son los grupos más afectados? ¿Qué falsos argumentos suelen utilizarse para justificar lo injustificable? ¿Qué actitud adoptamos nosotros, como grupo de dominicos y dominicas, ante semejantes atropellos?

5. Los primeros dominicos llegados a la Hispaniola defendían que los indígenas tenían “almas racionales”, lo cual, en el lenguaje de la época, significaba su dignidad humana. Muy probablemente habían aprendido de Santo Tomás que, puesto que “subsistir en la naturaleza racional es de la máxima dignidad, todo individuo de naturaleza racional es llamado persona”, de tal modo que “en el nombre de persona se expresa la dignidad misma”. ¿Conocemos y cultivamos debidamente la tradición de nuestra Orden?

Carta del Maestro de la Orden

DEL MENSAJE DE NAVIDAD Y AÑO NUEVO 2010

DEL MAESTRO DE LA ORDEN


La Misión de La Predicación
Roma, 29 de noviembre, 2009 - I Domingo de Adviento
Saludo e introducción


Queridos hermanos y hermanas:
Mientras nos disponemos a celebrar las Fiestas les escribo el último mensaje navideño de mi mandato. Quisiera que el mismo tuviese el estilo de una carta preñada de buenos deseos y propósitos caminando también –año tras año– al Jubileo por el VIII centenario de la confirmación de la Orden (1216-2016). En esta ocasión –2010– el gozo se multiplica pues la providencia nos permitirá recordar un acontecimiento muy significativo de nuestra historia: ¡cinco siglos de la fundación de la primera comunidad dominicana en “Las Américas”! Dedicar especialmente este año a reflexionar en “La misión de la Predicación”, dilatará nuestras mentes y corazones, ofreciendo así un marco ideal a la celebración del próximo Capítulo General Electivo .

Nuestra vida dominicana está especialmente orientada a buscar y a conocer a Dios, conservar y profundizar la Fe y –a través de nuestra predicación– hacernos de alguna manera “responsables” de la fe de los demás, hasta los confines del mundo.

Santo Domingo ha sido consciente de que no basta conservar el patrimonio recibido: un tesoro religioso y moral siempre fecundo. Es verdad, esa tarea, de por sí ardua y difícil, no es suficiente. Es necesario renovar el contenido de la Fe, no en sí mismo (objetivamente) pues ha de permanecer inalterado e incorrupto, sino subjetivamente, en nosotros mismos, en nuestras comunidades e instituciones, en nuestra cultura, en nuestra vida. ¡Cada vez se hace más urgente y necesaria una fe más madura y misionera!

II «Permanece fiel a la doctrina que aprendiste... tú sabes de quiénes la has recibido»
(2 Timoteo 3, 14)

Hemos sido llamados a conservar y profundizar la Fe

La responsabilidad de la fe no se detiene en la búsqueda del conocimiento de Dios. La fe exige que ella sea acogida como don, atesorada, conservada y profundizada ¡cultivada! ¡vivida!

Según el relato de Mateo (2, 1-12) los Magos pierden de vista la estrella pero no cesan de buscar al rey de los judíos que ha nacido. No olvidan lo que han visto, la estrella, aquello que los ha impulsado a partir. Se les ha dado un signo luminoso y han seguido creyendo en su importancia, en la fidelidad a lo que les ha sido manifestado, continúan buscando con perseverancia.

En el inicio del siglo XVI, en el “Nuevo Mundo”, el encuentro de culturas comenzaba a presentar serias dificultades de integración. A esas dificultades se aplicaron como solución primera criterios anacrónicos utilizados en lugares y culturas diferentes. Las consecuencias negativas, como era de esperar y sucede siempre, las sufrieron los más débiles.

Ante el desafío de los nuevos tiempos y espacios de evangelización, la Orden respondió –como ha tratado de hacerlo a lo largo de su historia– en el Capítulo general de 1508 con el envío de misioneros. En un contexto de profunda reforma, el fervor de los hermanos impulsaba consecuentemente a la misión.

Entre los que acogen este llamado se encuentra fray Pedro de Córdoba. De noble familia, nace en esa ciudad en 1482. En 1497 inicia sus estudios de leyes en Salamanca en donde nace su vocación dominicana ingresando a la Orden en 1502 y profesando al año siguiente. Al finalizar sus seis años de estudio se lo asigna a la comunidad de Ávila junto a fray Antonio de Montesinos, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor
–cooperador– con quienes integrará el primer grupo de Dominicos en América. El grupo parte arribando a la isla “La Hispaniola” en septiembre de 1510 (¡qué providencial que nuestro Capítulo General se reúna el próximo mes de septiembre para recordarlo y renovarnos en ese mismo espíritu misionero!).

Estos frailes inician inmediatamente, con gran pobreza de medios, su tarea apostólica, tomando conciencia al poco tiempo del gran potencial humano contenido en las nuevas culturas aptas para recibir el Evangelio y también de los profundos y no fáciles problemas que la misión les presentaba: las dificultades de la integración con esas culturas de parte de los europeos; la pretensión de contar con justos títulos de dominación, la justificación de la esclavitud y los métodos compulsivos aplicados a la evangelización de parte de otros misioneros, etc.

Como frailes predicadores aceptan comunitariamente, con todas sus consecuencias, el desafío de afrontar esta situación. La historia de la Orden recuerda como un verdadero sacramental, la predicación del Adviento del 21 de diciembre de 1511 encomendada a fr. Antonio de Montesinos y sintetizada en su célebre grito “¿Acaso éstos no son hombres?” en referencia a los nativos que eran sojuzgados y maltratados.

El planteo será el inicio de un largo proceso, doloroso pero a la vez fecundo, de pensamiento y acción del que surgirá el futuro Derecho de Gentes y un nuevo modo de encarar la evangelización de los pueblos. Fray Pedro de Córdoba será de alguna manera el alma de este movimiento tanto en España como en América suscitando la labor intelectual sobre el tema en Salamanca, aplicando nuevos métodos evangelizadores en América, creando toda una escuela de seguidores entre los que se destacará fray Bartolomé de las Casas que, como un nuevo San Pablo, se transformará de opresor de los indios en unos de sus más ardientes defensores.

En los últimos años, fray Vincent de Couesnongle, fray Damián Byrne y fray Timothy Radcliffe, Maestros de la Orden, en diversas cartas y mensajes a la Familia Dominicana, señalaron con insistencia la fecundidad del diálogo entre los frailes dominicos de “La Española” abocados al principio a una predicación en un ámbito eminentemente pastoral y los frailes teólogos de Salamanca que acogían las preocupaciones de aquellos como acicates reales para su estudio y reflexión. Éstos, a su vez, ofrecían elementos doctrinales sólidos y profundos para la predicación profética de quienes –en las fronteras– amonestaban a los presuntuosos y opresores; consolaban a los desesperados y oprimidos; animaban a los que vacilaban.

Aquellos frailes predicadores de las universidades o en las pequeñas capillas de barro nos siguen enseñando el secreto de la vocación profética: la responsabilidad de la fe y conservación del patrimonio recibido al poder leer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios; la profundización de la fe al leer la Palabra tomándole el pulso a la realidad. Lo primero nos permite, aún hoy, ver más lejos y más allá de los hechos, más profundamente. Así se evita la fragmentación del relativismo; la parálisis que puede ocasionar un interminable análisis de casos, propios de un laboratorio. Los predicadores de las universidades y de las pequeñas capillas, intentaban también leer la Palabra de Dios en contacto con lo que sucede, con los acontecimientos, a través de los cuales Dios también quiere decirnos ‘algo’ (los hechos pueden convertirse en indicios, pistas, ¡“signos de los tiempos”!). De ese modo se evita la rígida e infecunda polarización fundamentalista, propia de una teología maniquea.

El 23 de mayo de 2007, al regresar de su viaje a Brasil, tras la inauguración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, dijo Benedicto XVI: «Ciertamente el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales. Pero la obligatoria mención de esos crímenes injustificables –por lo demás condenados ya entonces por misioneros como Bartolomé de las Casas y por teólogos como Francisco de Vitoria, de la Universidad de Salamanca– no debe impedir reconocer con gratitud la admirable obra que ha llevado a cabo la gracia divina entre esas poblaciones a lo largo de estos siglos. Así, en ese continente el Evangelio ha llegado a ser el elemento fundamental de una síntesis dinámica que, con diversos matices según las naciones, expresa de todas formas la identidad de los pueblos latinoamericanos. Hoy, en la época de la globalización, esta identidad católica sigue presentándose como la respuesta más adecuada, con tal de que esté animada por una seria formación espiritual y por los principios de la doctrina social de la Iglesia».

La experiencia de los Magos, como la de tantos santas y santos de la Orden nos ofrece una enseñanza: el no rechazar lo que hemos conocido como verdadero, el ser fieles a la fe.

Somos testigos de cierta indiferencia religiosa, del fenómeno de la descristianización, de ciertas manifestaciones de neopaganismo que nos impulsan a mirar la Epifanía como la fiesta de la fe. El camino de los Magos de oriente nos impulsa a acoger agradecidos el inmenso patrimonio espiritual del cual somos herederos, el tesoro que nos han trasmitido quienes nos han precedido en el camino de la fe. Es verdad ¡Somos responsables de la conservación y transmisión de este mismo patrimonio!

Pero, también es verdad: no basta simplemente con custodiar la Fe. ¿Acaso no lo hicieron así los sumos sacerdotes y los escribas del pueblo convocados por Herodes? Ellos parecen conocer las Escrituras y responden sin errores a la pregunta–información de los Magos. Sin embargo no han sido capaces de descubrir la responsabilidad que ese conocimiento de la fe exige e impulsa. No se dejan interpelar por ese conocimiento, no se mueven, no van en búsqueda de Aquel que ha sido anunciado en la profecía; se conforman con conservar su fe sin vivirla.

Para quienes contemplamos el misterio de la Epifanía, para quienes seguimos las huellas de Santo Domingo y abrazamos como propia la historia de la Orden, no basta “conservar” la fe, es necesario estudiarla, profundizarla, según las exigencias de la propia vida y la vida de aquellos que nos rodean, la vida de aquellos a quienes hemos sido enviados.

La verdad que la fe nos revela, impulsa a una posterior búsqueda; abre el diálogo espiritual y suscita el fervor interior. Ser creyentes nos impulsa a conformar la vida con la fe, a un estudio constante de la verdad, a inculturarla, a evangelizar la cultura.

Profundizar la Fe significa profundizar las razones de la Fe, tal como nos exhorta la I carta de Pedro: «Estén siempre dispuestos a defenderse delante de cualquiera que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen» (3, 6). Este cultivo de la fe, verdadera “responsabilidad de la fe”, es inseparable de una relación vital con la Iglesia y por eso lleva consigo una profunda exigencia de catolicidad, unidad y apostolicidad que hagan más visible su santidad (cf. LCO 21).

Fraternalmente en Cristo, María y Santo Domingo


Fray Carlos A. Azpiroz Costa OP Maestro de la Orden

Concurso de fotografía - "1° Cuidarte Solidario"



Bases Concurso de Fotografía

1. La Comisión Organizadora del I° cuidARTE solidario, invita a participar

del CONCURSO FOTOGRAFICO "Basta solo un gesto de cuidado" a todos los fotógrafos profesionales y aficionados, integrantes de la comunidad Educativa del Colegio Santa Catalina.

2. La participación en este concurso supone el pleno conocimiento de estas bases y la total aceptación de las condiciones de la misma.

3. No serán aceptados trabajos realizados por miembros del jurado, o familiares de estos, hasta segundo grado de parentesco.

4. El concurso es de libre acceso, no suponiendo derecho de inscripción.

5. INSCRIPCION: No se cobrará derecho de inscripción. La ficha de inscripción representa una declaración jurada de cada participante respecto de la autoría de las obras presentadas y la autorización a la Comisión Organizadora para utilizar dichas fotografías en comunicaciones institucionales, sin que esto suponga retribución y/o compensación alguna. En todos los casos que la publicación de la fotografía lo permita, la Comisión Organizadora hará mención del nombre del autor; no obstante, el autor conserva sus derechos de propiedad intelectual de acuerdo a la ley 11.723.

6. TEMA DEL CONCURSO: Las fotografías participantes podrán ser de gestos que denoten cuidado de una/as personas hacia otra/as y haber sido tomadas en el territorio de la provincia de Tucumán. La idea es reflejar, entre las obras recibidas, la diversidad de gestos de cuidado que existen en la vida cotidiana de nuestro pueblo.

7. CATEGORIAS: Se contempla una única categoría de copias papel color o blanco y negro, medidas 20x30 o 30x40. Las técnicas a utilizar en las fotografías deben ser tradicionales, admitiéndose trucos, fotomontaje, manipulación digital o collages.

8. El jurado se reserva el derecho de retirar del concurso aquellas copias que considere que no respondan al presente reglamento, declarándolas fuera de concurso.

9. Cada participante podrá presentar hasta un máximo de 5 (cinco) fotografías.

10. Las obras no deben llevar ninguna inscripción al frente. Al dorso deberá figurar el seudónimo que elija el autor junto al título de la obra consignando fecha de la toma y lugar.

11. Junto con las obras se entregará un sobre en cuyo frente aparecerá el seudónimo elegido y el nombre del concurso "Basta solo un gesto de cuidado". Dentro del sobre deberá estar la ficha de inscripción completa con los datos del autor: seudónimo, nombre y apellido, edad, documento de identidad, domicilio, teléfono, correo electrónico, ocupación, título de las obras presentadas y la autorización para exponer y publicar las fotografías, según consta en el punto 5.

12. PREMIOS: Se establecen tres niveles de reconocimiento: Primer, Segundo y Tercer

Premios. Cada premio consiste en un diploma que acredita al ganador del mismo, así como a la obra que resultó premiada y ………...

13. El organizador velará por el máximo cuidado de conservación de las obras desde su recepción hasta su devolución, pero no se hace responsable por eventuales deterioros, robos, extravíos o cualquier situación que implique o derive en el perjuicio de las mismas.

14. Los trabajos, junto con la ficha de inscripción en sobre cerrado, se recibirán en persona en la… del colegio o bien en la…………….hasta las 10:30 hs del día de inicio del mismo (… de septiembre de 2010), momento en que indefectiblemente cerrará la recepción de los mismos.

15. EVALUACIÓN DE OBRAS: El jurado estará compuesto por 3 (tres) integrantes a definir, los cuales serán personas especialistas en el tema. El jurado realizará la selección de las obras entre los días … de septiembre y … de septiembre, anunciándose los trabajos ganadores durante la Celebración del día de Madre Elmina. La decisión del jurado será considerada definitiva e inapelable.

16. Las obras premiadas y no premiadas participarán de una muestra durante los días que restan del mes de septiembre en las instalaciones del Colegio. Dicha muestra podrá extenderse por un plazo mayor si la Comisión Organizadora lo considera pertinente. Una vez finalizada la muestra podrán retirarse las obras.


PLANILLA DE INSCRIPCIÓN Y PRESENTACIÓN DE OBRAS

NOMBRES Y APELLIDO......................................................................................................

DOMICILIO (calle y Nº)..........................................................................................................

TELÉFONO................................................ E-MAIL............................................................

COD. POSTAL.................. LOCALIDAD.............................. PROV.................................

NACIONALIDAD.................................. DOCUMENTO (tipo y Nº)......................................

Obra Nº Título

1.....................................................................................................................................

2.....................................................................................................................................

3.....................................................................................................................................

4.....................................................................................................................................

5.....................................................................................................................................

TOTAL DE OBRAS PRESENTADAS: Nº.................. (Letra).....................................

Por medio de la presente, declaro ser autor de las obras presentadas y autorizo a exponer y/o publicar cualquiera de ellas, según las condiciones expuestas en las bases del concurso de referencia.

................................................. ...............................................................

Firma Aclaración


domingo, 9 de mayo de 2010

Consignas para parcial domiciliario

EVALUACIÓN PARCIAL DE CATEQUESIS
3° POLIMODAL
AÑO 2010

Modalidad de evaluación: Domiciliaria. Deberán completar la guía de consignas.
Deberán ser devueltas dentro de un plazo de 7 días corridos a la fecha de entrega de las mismas.
El informe del trabajo es personal.
La presentación constará de carátula con nombre de la institución. Título del trabajo. Datos de la asignatura y su Docente. Datos de la Estudiante. Fecha.
El cuerpo del informe deberá estar paginado y deberán incluir al final datos bibliográficos usados para la elaboración del mismo.


Consignas:

  1. En base al texto trabajado en clases sobre la Resurrección, elabora un discurso dirigido a jóvenes donde puedas transmitir el contenido, significado y sentido de este acontecimiento religioso para nuestra realidad actual.
  2. Elabora, a partir de los aspectos principales de la historia de la Iglesia trabajados en clase más la bibliografía sugerida a continuación, un collage o hipertexto en el que puedas reflejar según tu criterio los aspectos positivos y negativos de la misma.
  3. A partir del siguiente texto sobre la vida de santa Catalina realiza una comparación con la vida de Juana de Arco y con la de Juana Azurduy. Teniendo en cuenta semejanzas y diferencias.
  4. A partir del punto anterior elabora una carta solicitando a las mujeres de tu colegio el compromiso de las mismas para luchar por los derechos de las personas mas empobrecidas de nuestro querido Tucumán.

Para responder a las preguntas 3 y 4 buscar la biografía de Juana de Arco y de Juana Azurduy en wikipedia.
Compararlas con el texto colgado en el blog de pastoral. Crónicas de la vida de santa Catalina.
http//pastoralstacatalina.blogspot.com

Cronicas de la vida de Catalina. Una mirada desde el 2010

CRONICAS DE CATA algunas preguntas para hacernos a la distancia

Año 1347 Catherina Benincasa, nacerá en una de las peores épocas de la Europa Medieval. En plena guerra de los cien años.
Las disputas por la hegemonía del poder en Europa ente las Monarquías Nacionales, en particular entre Francia, Inglaterra y los intereses del Papado, sumirán a Europa en una de las más terribles situaciones de pobreza… El hambre, la guerra, y las pestes, encontrarán entre los sectores más empobrecidos el lugar para sembrar y cosechar la muerte de por lo menos 20.000.000 de personas entre 1339 y 1456.
¿Cuándo Catalina a tan temprana edad sintió el profundo llamado a servir con su vida al evangelio…, será que estaba viendo visiones… o será que tenía los ojos y todos sus sentidos puestos en la realidad que le tocó vivir? Creo que hoy sería mas saludable para nosotros comunidad educativa que llevamos su nombre invitarnos a pensar en una mujer, que desde niña, lejos de apartarse de la realidad en un puro misticismo, le supo encontrar la vuelta a meterse y comprometerse como mujer (con las limitaciones que esto significaba) en la búsqueda de gestar un mundo mas humano, sustentado en la justicia y la paz.
Año 1359… A los doce años, la madre y la hermana de Santa Catalina intentaron persuadirla para llegar al matrimonio, y así comenzaron a alentarla a prestar más atención a su apariencia. Para complacerlos, ella se vestía de gala y se engalanaba con joyas que se estilaban en esa época. Al poco tiempo, Santa Catalina se arrepintió de esta vanidad y entre las cosas que hizo fue cortarse el cabello en señal de desacuerdo.
Su encierro en la celda en esos años ¿no habrá tenido que ver con que Dios le ofrecía una libertad que su época, su cultura y su sociedad no le brindaban ni a ella ni a ninguna mujer? Y el que haya adoptado el lenguaje de los místicos de su época y el haber apelado a la autoridad del lenguaje del evangelio, las palabras de su Maestro como le gustaba llamar a Jesús, no habrán sido una forma de poder decir y expresar con la palabra de Dios lo que era su propia convicción y lo que ella pensaba y creía?
Año 1362… A los quince años de edad, asistía generosamente a los pobres, servía a los enfermos y daba consuelo a los afligidos y prisioneros.
Las imágenes con que pintaron su rostro muestran una mujer seria, casi triste y hasta amargada…
Creo que podríamos animarnos a pintar unas imágenes de Santa Catalina que recuperen su brío, su empuje, su ánimo y muy seguramente su vitalidad y alegría de vivir y el profundo deseo de que otros vivan… Creo que esta forma de verla no traicionaría en nada el profundo dolor que le provocaba el sufrimiento de sus hermanos y la indignación que le generaba el ver a las autoridades de su época y en particular las de la Iglesia sumidas en disputas que no eran otra cosa más que defender sus intereses mezquinos de poder.
Año 1365… A los 18 años Ella fue la primera mujer soltera en ser admitida en la tercera orden de los Dominicos. Aparentemente la primera laica consagrada en la orden de predicadores que no renunció, sin embargo, a la libertad que le ofrecía la vida civil… libertad que supo aprovechar para decirle algunas cositas a sus superiores y a personajes muy poderosos de su época…
¿No sería inapropiado pensar que Catalina era muy consiente de que la Inquisición ya estaba haciendo estragos, con las mujeres que osaban levantar su voz públicamente y mucho mas si esta voz denunciaba y ponía en evidencia la corrupción existente…? sino pensemos lo que pasó muy cerca de allí y a pocos años de la muerte de Catalina…una francesa que se vestía de hombre porque había visto en visiones a Dios… Un Dios que le pedía guerrear para liberar a su pueblo… a ella no le fue tan bien… se acuerdan? se llamaba Juana.
Año 1380…­Ella falleció de un ataque súbito a los 33 años en Roma.
Las cartas de Santa Catalina son consideradas como una de las grandes obras de principios de la literatura Toscana. Ella escribió 364, y más de 300 de ellas se conservan en la actualidad.

A menudo considerada como una analfabeta, Santa Catalina es reconocida por Raimundo en su biografía como capaz de leer latín e italiano, y otro hagiógrafo. Tommaso Caffarini, manifestó que la santa podía escribir. El Papa Pío II canonizó a Catalina en 1461, y el Papa Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la Iglesia in 1970, haciéndola una de las primeras mujeres en recibir este honor. Su
Fiesta es el 29 de abril.

¿Podríamos preguntarnos hoy como comunidad Santa Catalina que alfabetos aprendió, a que alfabetos sirvió… evidentemente el primer alfabeto que aprendió fue el de la compasión, el de la escucha y el de la mirada atenta, el de la lucidez y la valentía, aprendió el alfabeto del dolor y la miseria y puso todo su esfuerzo en transformarlo en el alfabeto del consuelo, la compañía y la conversión, por todos los medios se valió para tratar de que las cosas fueran de otro modo…
Hoy 29 de Abril celebramos una vez mas el nombre de esta mujer…

que esta fiesta sea entre nosotros la posibilidad de aprender y enseñar los alfabetos que ella escribió con su propio cuerpo, con su propio espíritu, con su propia voz…

Felicidades para todos y que Santa Catalina guíe siempre en nuestros proyectos.

viernes, 23 de abril de 2010

Preguntas para la reflexion

Desde una lectura y análisis reflexivo, responde en la carpeta las preguntas:
1-¿Que nos expresa el Maestro de la Orden, Fr. Timothy Radcliffe, de Catalina y lo afirma Juan Pablo?
2-¿Porque afirmamos que Catalina es Promotora de la Paz?
3-¿Cuál es la postura de ella frente a la Iglesia, que dice de esta?
4-¿En que nos interpela Catalina Hoy Y a qué nos invita?
5- Desde la historia de su vida, enuncie los hechos más significativos de su vida.
6- Desde todo lo aprendido ¿que te deja como mensaje, que nos dice de los amigos?


Crucemos información ¿Que pasaba en Europa esos años?

“Y había muchos que morían en la calle de día o de noche, y otros, aunque morían en casa, notificaban a sus vecinos su muerte con el olor de sus cuerpos corrompidos.”
Bocaccio, Decamerón (1351).
Cuando se evoca el siglo XIV europeo, la imagen que devuelve la historia es la de crisis total. Durante estos años Guerra, Peste, Hambre y Muerte no fueron cuatro jinetes simbólicos que cabalgaban en
el libro del Apocalipsis de Juan, sino la realidad cotidiana con la que Europa despedía al período medieval.
Al comenzar el siglo XIV, el mal clima y las escasas cosechas encarecieron el precio de los productos, haciendo cada vez más imposible que los modestos campesinos accedieran a una alimentación básica y facilitando el debilitamiento de las defensas inmunológicas. Al hambre general pronto se le sumó una guerra devastadora para Inglaterra y Francia: en 1339 comenzó la Guerra de los Cien Años, que contribuyó aún más a debilitar la actividad económica por las grandes pérdidas humanas y la destrucción de los campos.
En estas condiciones, la importante ciudad comercial de
Florencia comienza a experimentar extrañas muertes masivas, y los primeros síntomas de una peste comienzan a manifestarse en 1348. Los barcos que atracan en los puertos italianos, venidos de Oriente, transportan ratas infectadas que, a través de sus pulgas, transmiten la bacteria a la población humana.
Esta enfermedad infecto-contagiosa, se manifestaba de distintas maneras: bubónica (infección a través de la pulga o rata, inflamación de ganglios), neumónica (contagio a través del aire infectado, de una persona a otra) y septicémica (la bacteria se multiplica en la sangre infectando todo el organismo). Los síntomas típicos eran la fiebre, náuseas, sed y cansancio.
Sobre las causas de la peste se especuló mucho, con escasos resultados. Algunos creían que se debía a una corriente de aire procedente del suelo, y señalaban que recientes temblores habían liberado vapores insalubres desde las profundidades. Con el fin de ahuyentar estos aires nocivos, se comenzaron a usar remedios populares como ramilletes de aromas y vapor de especias en los interiores.
Durante el siglo XIV, la medicina se contentaba con
la doctrina antigua clásica, deformada por una dialéctica teórica y poco experimental. Nadie osaba, salvo en Italia y España, recurrir de manera abierta a la ciencia judía y árabe. Por el contrario, para explicar la peste, se prefirió invocar a la conjunción de los astros y la mala reputación de Marte. Los remedios a los que se recurrían los médicos eran contraindicados, como el evitar toda corriente de aire.
Por su lado, la Iglesia y los moralistas creyeron que la Peste Negra era una manifestación de la ira de Dios por los pecados del hombre, por lo que reclamaron una renovación moral de la sociedad. Pequeñas peregrinaciones de hombres con el torso desnudo desfilaban futigándose con látigos sus espaldas en señal de arrepentimiento. Además de estos flagelantes, los temores de la época quedaron plasmados en las representaciones de la
Danza de la Muerte, en las que un esqueleto que representaba la muerte azarosa se llevaba danzando a jóvenes y adultos, ricos y pobres, a todos sin distinciones sociales o religiosas.
Lo cierto es que la mortalidad provocada por la Peste Negra de 1348, calculada en unos 25 millones de personas, se agravó con dos nuevas epidemias en 1360 y 1371, que dificultaron la recuperación demográfica del continente. La población de Europa, que en 1340 se calculaba en 73,5 millones de habitantes, era de 50 millones en 1450. Durante los siguientes siglos, la enfermedad permaneció endémica en la población, y desapareció gradualmente tras 1670, año de
la Gran Plaga de Londres.

Fuentes:
Le Goff, J.: Herejías y sociedades en la Europa preindustrial, siglos XI-XVIII, Siglo XXI Editores, Madrid, 1987.
Perroy, E.: La Edad Media. La expansión de Oriente y el nacimiento de la Civilización Occidental, Ediciones Destino, Barcelona, 1961.
La Danza de la Muerte, códice del Escorial. Grabados de Holbein. Colección Camafeo, Barcelona, 1981.

Conozcamos algo mas de su ESPIRITUALIDAD

Fragmento de Historia de los papas. De Ludwig Pastor.

Una joven y humilde religiosa, como heroica enfermera en tiempo de peste, y como eficaz predicadora de la penitencia, ejerció en los corazones de sus contemporáneos una entrega incalculable: Catalina de Siena. Con penetrante mirada reconoció aquella humilde doncella (que ha de ser considerada como uno de los más admirables prodigios de la Historia del mundo), las culpas que se cometían por una y otra parte, y animada de espíritu, manifestó su persuasión á todos, aun á los más prestigiosos, con una fluidez que conmovía y ganaba los corazones. Como verdadera esposa de Aquél, que vino al mundo para traerle la paz, predicaba ella incesantemente á los contendientes la paz y la reconciliación. «¿Qué cosa hay más dulce que la paz?»; escribía á Niccolò Soderini, uno de los ciudadanos más influyentes de Florencia; «no fué otro el testamento y la última exhortación que dejó Jesucristo á sus discípulos, cuando les dijo: «No se conocerá que sois discípulos míos por los milagros que hiciereis, ó si descubriereis las cosas futuras, ó si manifestas en vuestras acciones de una gran santidad; sino en que os tengáis amor y viváis en paz los unos con los otros». Mi dolor sobre esta guerra, que á tantos de vosotros arruina los cuerpos y las almas, es tan grande, que de buena gana, si fuera posible, sacrificaría mil veces mi vida».

Fuente: Pastor, Ludwig. Historia de los papas. Barcelona: Gustavo Gili, 1910.
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En la carta que el Maestro de la Orden, Fr. Timothy Radcliffe O.P. dirigió a toda la Orden con motivo de la declaración de nuestra hermana, Catalina de Siena, como co-patrona de Europa, citando a Juan Pablo II, afirma que “Catalina entró con paso firme y palabras ardientes, en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época”. El padre Timothy precisa que Catalina “se dirigió a los gobernantes políticos y religiosos, personalmente o por cartas, y les señaló claramente sus fallos y cuál era su deber como cristianos. No tuvo reparo –dirá- en decir, incluso al Papa, que debía tener valentía y regresar a Roma. Visitó cárceles, cuidó de los pobres y de los enfermos”.

Ella nos plantea serios interrogantes y nos lanza positivamente a bucear en la fuente del Evangelio lo más genuino del mensaje de Jesús en el aquí y ahora de nuestra historia.

Fuente:Timothy Radcliffe Catalina de Siena (1347-1380) Patrona de Europa. Prot. 50/00/140

Catalina ama a la Iglesia, la defiende, y trabaja por su unidad. Pero no permanece ciega ante su realidad de decadencia y corrupción. Se manifiestan en ella su delicadeza de mujer, su capacidad inductiva, su convencimiento y su espíritu de fe, para ponerse en contacto con los Cardenales Italianos y decirles la verdad. Habla con la autoridad que le da el Evangelio. Catalina hoy nos interpela, sus tiempos no fueron fáciles, como tampoco lo son los nuestros. Sin embargo, su figura nos grita con dulzura y con firmeza nos invita a recorrer el camino de retorno a nuestro centro y a dejar que el fuego que ardía en el corazón de los de Emaús, arda en nuestro corazón y nos haga mujeres convencidas y enamoradas; apasionadas y veraces; confiadas en la providencia y audaces en el riesgo atender a la justicia, no vendernos por nada y vivir como verdaderos discípulos de Jesús.