lunes, 20 de abril de 2015

"CON CATALINA, COMPARTAMOS EL PAN CON EL OTRO"


NOS PREPAREMOS PARA LA FIESTA DE NUESTRA PATRONA COMPARTIENDO ESTE TEXTO:

UNA LAICA COMPROMETIDA: SANTA CATALINA DE SIENA

Carta del Padre Fray Timothy Radcliffe, Maestro de la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán (Dominicos)

Queridos hermanos y hermanas:


Durante la misa de apertura del Segundo Sínodo para Europa, con mi sorpresa y satisfacción, el Papa proclamó a Santa Catalina de Siena co-patrona de Europa, junto a Santa Teresa Benedicta de la Cruz y Santa Brígida de Suecia. Catalina fue una prodigiosa escritora de cartas a sus hermanos y hermanas, por eso es apropiado honrarla con una breve carta a la Orden. 


La Europa de Catalina, como nuestro mundo de hoy, estuvo marcada por la violencia y por un futuro incierto: El Papado había huido a Aviñón, desgarrando la Iglesia y dividiendo países, ciudades y Órdenes religiosas, incluida la nuestra; las ciudades habían quedado diezmadas por la peste bubónica, conocida como la Peste Negra; había un declive de la vitalidad en la Iglesia y una pérdida de identidad, así como una crisis en la vida religiosa.
Catalina se negó a resignarse ante este sufrimiento y esta división. En palabras del Papa Juan Pablo II, entró "con paso firme y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época". Se dirigió a los gobernantes políticos y religiosos, personalmente o por cartas, y les señaló claramente sus fallos y cuál era su deber como cristianos. No tuvo reparo en decir incluso al Papa que debía tener valentía y regresar a Roma. Visitó las cárceles, cuidó de los pobres y de los enfermos. La devoraba la urgencia de llevar a todos el amor y la misericordia de Dios.


Sobre todo Catalina luchó por la paz. Estaba convencida de que "ni con espada ni con guerras ni con crueldad" se podía lograr el bien, sino "con la paz y la humilde y continua oración". Pero nunca sacrificó la verdad a la justicia por una paz fácil o a bajo precio. Recordó a los soberanos de Bolonia que buscar la paz sin la justicia era como poner bálsamo en una llaga que debería ser cauterizada". Sabía que ser pacificador significaba seguir los pasos de Cristo, que hizo la paz entre Dios y la humanidad. Por esta razón, el pacificador debe a menudo compartir el mismo destino de Cristo y sufrir el rechazo. El pacificador es "otro Cristo crucificado". Nuestro propio mundo está lacerado por la violencia: violencia étnica o tribal en Africa y en los Balcanes; amenaza de una guerra nuclear; violencia en nuestras ciudades y familias. Catalina nos invita a tener el coraje de ser pacificadores, aunque esto conlleve que nosotros mismos tengamos que sufrir persecución y rechazo.


La paz, para Catalina, significaba por encima de todo la paz en la Iglesia, la curación del Gran Cisma. Y al mismo tiempo percibimos su intenso amor por la Iglesia, que para ella no era "otra cosa que el mismo Cristo", junto a su coraje y libertad. Amó tanto a la Iglesia que no dudó en denunciar los fallos de los clérigos y obispos en su búsqueda de riqueza y posición social, y le exigió que fuera el misterio de Cristo en el mundo, la servidora humilde de todos. Incluso se atrevió a decir a Dios lo que tenía que hacer, cuando rogó:


"Te apremio, pues, puesto que tú sabes, puedes y quieres,
que tengas misericordia del mundo,
y envíes el calor de la caridad con paz
y unión a la santa Iglesia.
No quiero que tardes más."


La Iglesia de nuestro tiempo sufre también divisiones, causadas por incomprensiones, intolerancia y una pérdida del "calor de la caridad y la paz". Hoy el amor por la Iglesia se entiende a veces como un silencio falto de sentido crítico. ¡No se debe "agitar la barca"! Pero Catalina nunca pudo permanecer en silencio. Escribió a un importante prelado: "No os quedéis más en silencio. Gritad con cien mil lenguas. Veo que el mundo está perdido por callar. La esposa de Cristo está descolorida, ha perdido el color".


Que Santa Catalina nos enseñe su amor profundo al Cuerpo de Cristo, y su sabiduría y coraje para decir con verdad y abiertamente palabras que unen en lugar de dividir, que iluminan en vez de oscurecer, y que curan en lugar de herir.


Las relaciones de Catalina con sus amigos, y en especial con sus hermanos y hermanas dominicas, estuvieron marcadas por la misma combinación de amor y audacia en el hablar ("parresia" v.gr. Hechos 4, 31; 2 Cor, 4). Ella consideraba a cada amigo como un don de Dios, que debía amarse "muy cercanamente, con un amor particular". Creía que la amistad mutua era una oportunidad "para engendrarse mutuamente en la presencia dulce de Dios", y una proclamación de "la gloria y alabanza del nombre de Dios en el prójimo". Pero este amor no le impidió hablar con toda franqueza a sus amigos, y decir a sus hermanos exactamente lo que debían hacer, incluso a su querido Raimundo de Capua, que llegó a ser Maestro de la Orden el año de su muerte. No puede haber amor sin verdad, ni verdad sin amor. Así rezaba por sus amigos:


"Dios eterno,
te pido con singular solicitud
por todos los que me has dado
para que los ame con singular amor.
Que sean plenamente iluminados con tu luz
y que se quite de ellos toda imperfección,
para que en verdad puedan trabajar en tu jardín,
donde tú los has destinado".


Si la Familia Dominicana tiene que ser, en palabras de Catalina, "amplia, toda gozosa y perfumada, jardín agradabilísimo". Debemos aprender su capacidad de amistad recíproca junto con la plena verdad. Nuestra amistad como hombres y mujeres, religiosas y laicos, es un gran don para la Orden y para la Iglesia, pero a veces está marcada por heridas de las que apenas nos atrevemos a hablar. Para trabajar juntos como predicadores del evangelio, tenemos que hablarnos mutuamente con la franqueza y confianza de Catalina, para que "en la verdad puedan trabajar en tu jardín".


Catalina fue la mujer apasionada, con profundos deseos: la unión con Dios, la difusión del evangelio y el bien de toda la familia humana. El deseo ensancha nuestros corazones. Ella dijo a Dios: "Tú haces grande el corazón, no estrecho - tan grande que tiene cabida para todos en su caridad amorosa". Y Dios dijo a Catalina: "Yo, que soy Dios infinito, quiero ser servido por vosotros con cosa infinita, e infinito no tenéis más que el afecto y el deseo de vuestro espíritu".


¿Cómo podemos crecer como hombres y como mujeres tocados por la pasión de Catalina por Dios? ¿Cómo podemos liberarnos de la pequeñez de corazón y de la complasencia en las pequeñas satisfacciones? Quizá descubriendo, como hizo Catalina, que Dios está presente en el fondo mismo de nuestro ser. la Pasión por Dios no es algo a lo que cobra gusto, como la afición al fútbol. Está en la esencia de mi ser esperando a que se descubra. Nuestro mundo está marcado por un hambre profunda de identidad. Para mucha gente de hoy la pregunta urgente es: "Quién soy yo?". Esta fue la pregunta de Catalina. La búsqueda contemporánea del conocimiento de uno mismo es con frecuencia una preocupación narcisista, una concentración introvertida en el propio bienestar y realización. Pero para Catalina, cuando al fin me veo como soy, no descubro una pequeña brizna de mi yo egoísta y solitario. En lo que Catalina llamaba "la celda del conocimiento de sí" yo me descubro amado en mi propio existir. Ella se describió como "concentrada en la celda interior para conocer mejor en sí la bondad de Dios". Si me atrevo a hacer este viaje hacia el conocimiento de mí mismo, entonces descubriré qué pequeño, imperfecto y limitado soy, pero veré también que soy profundamente amado y valorado. Dios dijo a Catalina: "Con providencia te creé, y al contemplarte en mi mismo, me enamoré de la belleza de mi criatura".


Por eso Catalina nos ofrece una respuesta liberadora a la búsqueda contemporánea de la identidad. Nos lleva más allá de una falsa identidad basada en la posición o en la riqueza o en el poder. Porque en la entraña de nuestro ser está Dios, cuyo amor nos mantiene en el ser. Este es el lugar de la oración contemplativa, donde uno se encuentra con Dios que se complace en amar y en perdonar, y cuya propia bondad saboreamos. Aquí descubrimos el secreto de la paz de Catalina y su dinamismo, de su confianza y de su humildad. Esto es lo que hizo de esta jovencita, con poca educación formal, una gran predicadora. Esto es lo que le dio la libertad de hablar y de escuchar. Esto es lo que le dio valentía para afrontar los grandes problemas de su tiempo sumergiéndose en ellos. Con la ayuda de sus plegarias nosotros podemos hacer lo mismo.


                                                      Vuestro hermano en Santo Domingo,

                                                                             Fr. Timothy Radcliffe OP
                                                                             Maestro de la Orden


        








lunes, 1 de agosto de 2011

martes, 26 de julio de 2011

MES DOMINICANO












Hola como están?

Ya estamos celebrando el mes dominicano!!!!

les queremos acercar algunos recursos que nos parecen muy importantes para este tiempo.



















lunes, 15 de noviembre de 2010

Bula Papal Sublimis Deus

LA BULA SUBLIMIS DEUS DE PABLO III

A todos los fieles cristianos que lean estas letras, salud y bendición apostólica. El Dios sublime amó tanto la raza humana, que creó al hombre de tal manera que pudiera participar, no solamente del bien de que gozan otras criaturas, sino que lo dotó de la capacidad de alcanzar al Dios Supremo, invisible e inaccesible, y mirarlo cara a cara; y por cuanto el hombre, de acuerdo con el testimonio de las Sagradas Escrituras, fue creado para gozar de la felicidad de la vida eterna, que nadie puede conseguir sino por medio de la fe en Nuestro Señor Jesucristo, es necesario que posea la naturaleza y las capacidades para recibir esa fe; por lo cual, quienquiera que esté así dotado, debe ser capaz de recibir la misma fe: No es creíble que exista alguien que poseyendo el suficiente entendimiento para desear la fe, esté despojado de la más necesaria facultad de obtenerla de aquí que Jesucristo que es la Verdad misma, que no puede engañarse ni engañar, cuando envió a los predicadores de la fe a cumplir con el oficio de la predicación dijo: ''Id y enseñad a todas las gentes'', a todas dijo, sin excepción, puesto que todas son capaces de ser instruidas en la fe; lo cual viéndolo y envidiándolo el enemigo del género humano que siempre se opone a las buenas obras para que perezcan, inventó un método hasta ahora inaudito para impedir que la Palabra de Dios fuera predicada a las gentes a fin de que se salven y excitó a algunos de sus satélites, que deseando saciar su codicia, se atreven a afirmar que los Indios occidentales y meridionales y otras gentes que en estos tiempos han llegado a nuestro conocimientos -con el pretexto de que ignoran la fe católica- deben ser dirigidos a nuestra obediencia como si fueran animales y los reducen a servidumbre urgiéndolos con tantas aflicciones como las que usan con las bestias.
Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos Indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor,[asimismo declaramos que dichos indios y demás gentes deben ser invitados a abrazar la fe de Cristo a través de la predicación de la Palabra de Dios y con el ejemplo de una vida buena, no obstando nada en contrario.
Dado en Roma en el año 1537, el cuarto día de las nonas de junio (2 de junio), en el tercer año de nuestro pontificado.

Sermon de Montesinos

Primer Sermón
El domingo 21 de diciembre de 1511, cuarto domingo de Adviento, cuando se lee el pasaje del Evangelio de San Juan, donde dice: «Yo soy una voz que clama en el desierto» (Jn 1, 23), fray Antonio Montesino subió al púlpito, como portavoz de la primera comunidad de dominicos en el Nuevo Mundo, Santo Domingo, para pronunciar el sermón preparado previamente y firmado por todos los frailes. Sermón conocido como el «Sermón de Adviento»:
Ego vox clamantis in deserto
«Para os los dar a cognoscer me he sobido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo».

Primera Comunidad de Dominicos en América[4]
El «Sermón de Adviento» fue el primer grito de justicia que se escuchó en el Nuevo Mundo, por boca de un fraile dominico. Fray Antón Montesino lanzó la primera denuncia y protesta contra los explotadores de los indígenas, sin tener en cuenta que, como recién llegados, necesitaban del apoyo y la amistad de los conquistadores y las autoridades de la Isla La Española, les enrostró su conducta anticristiana, les puso de presente la dignidad humana de los nativos y les reclamó su responsabilidad de cristianos.

Biografia de Antonio de Montesinos

Biografía
Antonio Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San Esteban de la ciudad de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado hizó su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento de Santo Tomás de Avila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo Velázquez .

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron con destino al Nuevo Mundo, luego de obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. El primer grupo de dominicos conformado por fray Antonio de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor, arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, Isla La Española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes.

Riguroso religioso observante de gran virtud y de sólida y sobresaliente energía, se preocupó en defender con gran valor a los indios. Predicó por encargo de su comunidad religiosa los famosos sermones del 21 y 28 de diciembre de 1511. Regresó a España en 1512 para informar al rey sobre la doctrina que defendían los dominicos en la Isla La Española. Trabajó como misionero en la Isla La Española y en la Isla de San Juan (Puerto Rico), donde se quedó gravemente enfermo en la primera expedición de los dominicos a Tierra Firme (Venezuela) en 1514, para regresar después a la ciudad de Santo Domingo, luego de haber fundado un convento en 1515. Viajó de nuevo a España por septiembre de 1515, en negocios de su comunidad. En 1521 fundó un convento en la ciudad de San Juan Bautista de la Isleta, junto a otros cuatro religiosos de su Orden, base de la primera universidad en Puerto Rico fundada en 1532. Fue el predicador en el entierro de su compañero de lucha, fray Pedro de Córdoba, el domingo 5 de mayo de 1521, fiesta de Santa Catalina de Siena, para su predicación escogió el Salmo 133 (132): «Qué bueno y agradable, cuando viven juntos los hermanos».

Finalmente, le encontró la muerte en Venezuela el 27 de junio de 1540. No se sabe con exactitud cómo murió, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, esta escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado por mártir Biografía
Antonio Montesino ingresó en la Orden de Predicadores en el Convento de San Esteban de la ciudad de Salamanca, donde realizó todos sus estudios. Al concluir su año de noviciado hizó su profesión como religioso dominico el 1 de julio de 1502. Posteriormente, al terminar sus estudios de teología y ya ordenado sacerdote fue asignado al Real Convento de Santo Tomás de Avila en 1509, de reciente construcción, en compañía de fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo, fray Tomás de Fuentes y fray Domingo Velázquez .

En 1510 formó parte del primer grupo de misioneros dominicos que se embarcaron con destino al Nuevo Mundo, luego de obtener la Real Cédula con fecha de 11 de febrero de 1509, que les concedía el pase a Indias de 15 religiosos y 3 personas laicas. El primer grupo de dominicos conformado por fray Antonio de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bernardo de Santo Domingo y fray Domingo de Villamayor, arribó al puerto de Ozama, Santo Domingo, Isla La Española, en los postreros días del mes de septiembre de 1510. En sucesivas expediciones llegaron los demás religiosos hasta completar el número de 15 frailes.

Riguroso religioso observante de gran virtud y de sólida y sobresaliente energía, se preocupó en defender con gran valor a los indios. Predicó por encargo de su comunidad religiosa los famosos sermones del 21 y 28 de diciembre de 1511. Regresó a España en 1512 para informar al rey sobre la doctrina que defendían los dominicos en la Isla La Española. Trabajó como misionero en la Isla La Española y en la Isla de San Juan (Puerto Rico), donde se quedó gravemente enfermo en la primera expedición de los dominicos a Tierra Firme (Venezuela) en 1514, para regresar después a la ciudad de Santo Domingo, luego de haber fundado un convento en 1515. Viajó de nuevo a España por septiembre de 1515, en negocios de su comunidad. En 1521 fundó un convento en la ciudad de San Juan Bautista de la Isleta, junto a otros cuatro religiosos de su Orden, base de la primera universidad en Puerto Rico fundada en 1532. Fue el predicador en el entierro de su compañero de lucha, fray Pedro de Córdoba, el domingo 5 de mayo de 1521, fiesta de Santa Catalina de Siena, para su predicación escogió el Salmo 133 (132): «Qué bueno y agradable, cuando viven juntos los hermanos».

Finalmente, le encontró la muerte en Venezuela el 27 de junio de 1540. No se sabe con exactitud cómo murió, en el Libro Antiguo de Profesiones, al margen de la nota de su profesión, esta escrita: «Obiit martyr in Indii»; y en el mismo convento de San Esteban de Salamanca, a la entrada del refectorio, se halla rotulado por mártir[2] .

Para perpetuar su memoria y su lucha por la justicia en favor de los indígenas del Nuevo Mundo, fue colocado una gran estatua suya en actitud de grito, en el paseo marítimo (Malecón) de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana), frente al mar Caribe. La estatua de piedra y bronce, de 15 metros de altura, diseñada por el escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, fue donado al pueblo dominicano por el gobierno mexicano e inaugurado en 1982 por los presidentes de México y la República Dominicana.

[editar] Defensa del indio
Al poco tiempo que arribaron al Nuevo Mundo, los frailes dominicos pronto tomaron conciencia de la situación de los indios tainos, por el trato inhumano que recibían de parte de los colonizadores y encomenderos, después de deliberar en comunidad tomaron conjuntamente la decisión de denunciar públicamente. Nombraron como su portavoz a fray Antonio Montesino para pronunciar el sermón del 21 de diciembre de 1511, en contra de la encomienda y la esclavitud de los nativos. Montesino proclamó a los conquistadores «que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes»[3] . El sermón causó el desasosiego de los conquistadores y autoridades que estaban presentes, entre ellos el gobernador Almirante Diego Colón, y la reacción en contra de los frailes, a quienes quisieron reprenderlos y exigirles a desdecirse públicamente de sus afirmaciones. Sin embargo, en el sermón del siguiente domingo fray Antonio Montesino ahondo aún más su predica anterior, como habían acordado en comunidad.

Las protestas de las autoridades de la Isla La Española llegaron a la Corte a través de una delegación acompañado por el vicario de los franciscanos. El rey Fernando el Católico al enterarse de lo sucedido se quejó al provincial de los dominicos en España y pidió sanciones para los dominicos de la Isla; y además mandó amenazar con regresarlos. Mientras tanto en la Isla los españoles les negaron el sustento y les amenazaron con embarcarlos a España.

El provincial fray Alonso de Loaysa también les amonestó, a través de tres cartas, les conmina a modificar su forma de predicación y les amenaza con no dejar pasar más frailes a la Isla. Los frailes dominicos, a pesar de las presiones y amenazas, no se amedrentan ni cambian de parecer, ya que su doctrina es fruto del estudio de la verdad, unieron el Evangelio al derecho de gentes. Luego de deliberar toman la decisión de envíar al mismo fray Antón Montesino, con este propósito pidieron limosna para los gastos de viaje, algunos les negaron, pero, no faltaron personas caritativas que conociendo sus virtudes les ayudaran.

Llegado a España se presentó a su provincial para informarle de la situación real en la Isla, para luego intentar entrevistarse con el monarca, tarea nada fácil, por los intereses creados en la misma Corte no le querían permitir, ya que habían tomado la decisión de retornarlos a todos los frailes dominicos, al que se opuso el rey; al final, aprovechando un descuido del portero, pudo lograr entrar a la cámara del rey para explicarle la situación real de los indígenas y los fundamentos por los cuales habían predicado de esa manera.

Como fruto de la información de fray Antonio Montesino, el rey «ordena a su Consejo examinar detenidamente las cosas de Indias» y convoca a una junta de teólogos y juristas. Producto del estudio de esta junta se promulgó las llamadas Leyes de Burgos en 1512, el primer código de las ordenanzas para intentar de proteger a los pueblos indígenas, regular su tratamiento y conversión, y limitar las demandas de los colonizadores españoles sobre ellos; sin embargo, en la práctica no fueron acatadas por los encomenderos y las autoridades. Fueron modificadas en las Leyes de Valladolid en 1513, en éstas se reiteraban órdenes reales emitidas previamente requiriendo el buen trato de los taínos y se disponían, además, nuevas maneras de proteger a los naturales de las Indias Occidentales.

Para perpetuar su memoria y su lucha por la justicia en favor de los indígenas del Nuevo Mundo, fue colocado una gran estatua suya en actitud de grito, en el paseo marítimo (Malecón) de la ciudad de Santo Domingo (República Dominicana), frente al mar Caribe. La estatua de piedra y bronce, de 15 metros de altura, diseñada por el escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, fue donado al pueblo dominicano por el gobierno mexicano e inaugurado en 1982 por los presidentes de México y la República Dominicana.
Defensa del indio
Al poco tiempo que arribaron al Nuevo Mundo, los frailes dominicos pronto tomaron conciencia de la situación de los indios tainos, por el trato inhumano que recibían de parte de los colonizadores y encomenderos, después de deliberar en comunidad tomaron conjuntamente la decisión de denunciar públicamente. Nombraron como su portavoz a fray Antonio Montesino para pronunciar el sermón del 21 de diciembre de 1511, en contra de la encomienda y la esclavitud de los nativos. Montesino proclamó a los conquistadores «que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes». El sermón causó el desasosiego de los conquistadores y autoridades que estaban presentes, entre ellos el gobernador Almirante Diego Colón, y la reacción en contra de los frailes, a quienes quisieron reprenderlos y exigirles a desdecirse públicamente de sus afirmaciones. Sin embargo, en el sermón del siguiente domingo fray Antonio Montesino ahondo aún más su prédica anterior, como habían acordado en comunidad.

Las protestas de las autoridades de la Isla La Española llegaron a la Corte a través de una delegación acompañado por el vicario de los franciscanos. El rey Fernando el Católico al enterarse de lo sucedido se quejó al provincial de los dominicos en España y pidió sanciones para los dominicos de la Isla; y además mandó amenazar con regresarlos. Mientras tanto en la Isla los españoles les negaron el sustento y les amenazaron con embarcarlos a España.

El provincial fray Alonso de Loaysa también les amonestó, a través de tres cartas, les conmina a modificar su forma de predicación y les amenaza con no dejar pasar más frailes a la Isla. Los frailes dominicos, a pesar de las presiones y amenazas, no se amedrentan ni cambian de parecer, ya que su doctrina es fruto del estudio de la verdad, unieron el Evangelio al derecho de gentes. Luego de deliberar toman la decisión de envíar al mismo fray Antón Montesino, con este propósito pidieron limosna para los gastos de viaje, algunos les negaron, pero, no faltaron personas caritativas que conociendo sus virtudes les ayudaran.

Llegado a España se presentó a su provincial para informarle de la situación real en la Isla, para luego intentar entrevistarse con el monarca, tarea nada fácil, por los intereses creados en la misma Corte no le querían permitir, ya que habían tomado la decisión de retornarlos a todos los frailes dominicos, al que se opuso el rey; al final, aprovechando un descuido del portero, pudo lograr entrar a la cámara del rey para explicarle la situación real de los indígenas y los fundamentos por los cuales habían predicado de esa manera.

Como fruto de la información de fray Antonio Montesino, el rey «ordena a su Consejo examinar detenidamente las cosas de Indias» y convoca a una junta de teólogos y juristas. Producto del estudio de esta junta se promulgó las llamadas Leyes de Burgos en 1512, el primer código de las ordenanzas para intentar de proteger a los pueblos indígenas, regular su tratamiento y conversión, y limitar las demandas de los colonizadores españoles sobre ellos; sin embargo, en la práctica no fueron acatadas por los encomenderos y las autoridades. Fueron modificadas en las Leyes de Valladolid en 1513, en éstas se reiteraban órdenes reales emitidas previamente requiriendo el buen trato de los taínos y se disponían, además, nuevas maneras de proteger a los naturales de las Indias Occidentales.